jueves, 22 de octubre de 2015

Riders on the storm



Hay veces que tomar decisiones es facil. Llevarlas a cabo en cambio, es lo que nos cuesta tanto. Entonces de la decisión de un hecho a la acción que lo concreta puede pasar mucho tiempo. Muchas veces intentamos encontrar el momento y la manera correcta (como si eso realmente existiese) Pero en general, lo que nos paraliza (al menos en las grandes decisiones de nuestra vida) suele ser el miedo. Miedo al cambio, miedo a equivocarnos, miedo a lo desconocido o simplemente miedo a la vida, a tener que enfrentarla y admitir un fracaso o un error.

Trabajar, dormir, trabajar, esperar. Así pasó la siguiente semana de mi vida, mientras esperaba, pensaba, e intentaba buscar la manera de hablar con mis padres. Tuve una charla mental con ellos miles de veces, con resultados dispares. Algunas veces me abrazaban y decían que estaba todo bien. Otras se enojaban y yo no sabía que hacer. Otras tantas me iba por las ramas y finalmente la charla no llegaba a nada. Pero bueno, eran charlas mentales, que no existían. Era yo hablando conmigo mismo, imaginándome que me dirían mis padres. Era yo a mis 20 años, intentando elaborar como pedir asilo, como volver al nido con la cabeza gacha y admitir que falle.
Pasaron los días y el miedo me iba ganando, el viaje pasó de ser algo que quería a algo que temía. Y así en el medio de mi temor, un buen día dije basta. No puedo vivir con miedo, no puedo temer a mi vida. Y lo que tengo que hacer, lo tengo que hacer.
 Así, billetera en mano, y gracias a la extensión de la tarjeta que mi viejo me había hecho. Un miércoles 14 días después del episodio con R. fui a la terminal y saqué el pasaje de micro a Tres Arroyos. Ida únicamente.
Estos eran mis primeros años en La Plata. Los micros casi no existían para mi, y o me movía en taxi o caminando de acá para allá. Como plata no tenía, la vuelta fue caminando. Iba despacio, tenía tiempo y un atado de puchos lleno en el bolsillo.
Por primera vez la ciudad se abría ante mi. No como el lugar donde estaba, sino como el lugar que dejaba. Había fecha y hora, en mi bolsillo un pasaje decía Viernes 22hs. Así que por primera vez desde que estaba en la ciudad. Me puse a verla realmente, a disfrutar de los árboles, del verde, me desvíe por las plazas, me senté en un banco. Camine para un lado, para el otro. Tardé horas en recorrer las 20 cuadras que separaban mi casa en ese momento de la terminal.
Los días siguientes fueron medio raros, estaba triste, ansioso y asustado. Las horas pasaban lento y yo quería que pasen rápido. El sueño era algo que me esquivaba y como si fuese en respuesta a la tormenta que había en mi mente, el jueves amaneció oscuro y lluvioso. Me pasé el día leyendo y jugando en la computadora. Cociné algo y fumé mucho. Ya era de noche y tirado en la cama, se largó una tormenta terrible. Rayos, truenos, viento y el ruido de la lluvia que parecía una cortina de agua. Tirado en mi cama con las luces apagadas mirando el techo de repente el miedo y la ansiedad y la vida fueron demasiado. Me levanté como un resorte de la cama, agarre mi ropa, mi campera y me vestí. Me prendí un pucho y salí disparado por la puerta del departamento. En la calle era peor que en mi pieza, un viento fuerte y frío hacía que llueva casi de costado, el cigarrillo no llegó a durar más que dos pitadas antes de transformarse en un amasijo de tabaco mojado. Lo tiré y seguí caminando, hacia la nada, hacia la tormenta. Sentía que solo tenía que caminar, que no podía frenar. Atrás estaban todos mis miedos, mis problemas y mi vida. Y enfrente, enfrente estaba una tormenta rugiendo, empapándome y tratando de asustarme con sus rayos y sus truenos y su agua y su frío. Y yo, en medio de la madrugada platense, camine hacia ella.
Lo siguiente que recuerdo es estar parado en el medio de Plaza Rocha, empapado de pies a cabeza, chorreando agua y mirando un árbol tambalearse mientras el cielo se iluminaba y la tormenta empezaba a pasar. No sé cuanto tiempo pasó ni siquiera me importa. Lo que si sé, que en ese momento tuve una seguridad absoluta. 
Esto no era una despedida, solo era un hasta luego.

lunes, 12 de octubre de 2015

Surrender or die

Primera venida a La Plata. Unos escasos 20 años vividos, y una crisis existencial continuada.
Aún hoy no termino de entender lo que el suicidio de Tomás le provocó a mi vida. Ese jugueteo con la muerte tan temprano, ese tener que preocuparse por otras cosas y saber que la vida no es tan fácil ni tan segura como creemos. Esa sensación de perdida infinita y entender que hay ciertos vacios que nunca van a volver a llenarse.
Así que ahi estaba, tratando de llenar ese vacio con lo que me cruzaba en la vida. Montando una cosa sobre la otra sobre la otra, armando esa pila de sin-sentido solo para tratar de mirar y no ver el hueco que habia quedado. El problema con amontonar cosas sin sentido. Es que eventualmente la torre se cae, y cuando más y más apilamos, más ruido hace al caerse.
Y ahí promediando el fin del primer año de estar en la plata, mi vida se vino en picada.
Ya habia dejado la carrera, y trabaja en un par de cybers (eran unos lugares donde tenias varias computadoras y se alquilaban por hora, para que la gente las use, previo a la masificacion de internet y las computadoras en cada casa o los smartphones) . Mi vida se dividia entre dormir, trabajar algunas horas, jugar MUCHO a los juegos online y fumar (MUCHO). Pelo largo, campera de cuero, algo así como una barba adolescente y un par de collares y pulseras de tachas. De miercoles a domingo, flamingo's (un bar de rock que justo abrieron a una cuadra de donde vivia). Excesos de alcohol y poco sueño. Y un ciclo que se volvía cada vez más de excesos y noche y menos de vida y preocuparme por mi. Era común que vaya a trabajar sin dormir casi. O con unas pocas horas de sueño encima y ni siquiera una ducha para sacarme el olor a alcohol, sexo y cigarrillo de la noche anterior.
Así aguante dos meses creo, quizás tres.
Hasta que una noche, bah, una mañana...
Me desperté en la cama de R. la noche anterior habia sido como otras tantas con ella, loca, llena de alcohol y algo violenta. Me desperté y me di cuenta que no podía levantarme, que entraba a trabajar en una hora y no podía juntar en mi cuerpo suficiente voluntad para salir de esa cama, recorrer las cuadras que me separaban de la parada de micros y sentarme las 8 horas que tenía que sentarme en la silla del cyber.
Se lo dije a R. y me miro un segundo en silencio. Y me dijo que me levante, fuimos a la cocina y me preparó un café. Feo y quemado, pero cualquier cosa era lo mismo, mi cuerpo estaba cansado y mi nivel de exigencia estaba bastante bajo.
R. practicaba boxeo, no era boxeadora, pero su deporte elegido para mantenerse en forma, era boxeo. Eso hacía que su cuerpo sea grande, musculoso, lindo de una manera casi animal. Era una mujer fuerte, casi intimidante. Y tenía una derecha que dolía (así la conocí, recibi un derechazo por error de su parte). Sentado a la mesa con el café enfrente mio y mis ojos apenas abiertos, R. abrio el placard, saco un plato tapado con otro, y enfrente mio los abrio.
El plato era de esos tipo de ceramica, de color anaranjado (ladrillo creo que se llama). Y al sacar la tapa, pude ver adelante mio, dos rayas blancas perfectamente alineadas, separadas una de otra por unos pocos centimetros.
R. agarro un billete, lo enrollo como un tubito, y con un movimiento rapido inhalo una de las rayas de principio a fin.
Despues me miró y me acerco el plato y el rollito. y me dijo "tomá, te vas a despertar. yo me voy a la ducha".
Y así me encontré sentado a la mesa, dormido, con el cafe enfirandose enfrente y un platito, con una sola linea blanca enfrente mio. Y me tentó. por primera vez en mi vida, la merca me tentó. La miré y pensé que era facil, que era solo una vez, unos segundos, que seguro se sentía bien, que me iba a sentir yo bien, que no era tan terrible. Mi mano se movio despacio, agarre el rollito, era un billete de 5$. Lo miré, lo acerque al plato y ensaye mentalmente el movimiento.
Cuando R. salío de la ducha me metí al baño y me lavé la cara. Pasé un rato mirandome al espejo y salí sintiendome bien. Fui a la pieza. Le di un beso grande, sincero. Un beso de gracias y le dije que me tenía que ir. Que me abría solo la puerta.
Salí caminando al trabajo decidido, con una claridad mental que no sentía en mucho mucho tiempo, de repente, todo estaba claro, el camino se había terminado.
Cuando R. volvio a su cocina se encontro una taza de café a medio tomar, y un plato naranja (color ladrillo creo que se llama). En el plato había tirado un billete de 5$ perdiendo su forma de rollito de a poco, y una sola e intacta linea blanca lo cruzaba. Nunca nos volvimos a ver.

domingo, 11 de octubre de 2015

The ecstasy of gold

El vil dinero, la plata, la bishusha, el metalico.
Se supone que eso debería importarnos. La sociedad está armada y funcionando para que ESO nos importe, para que lo tengamos, y nunca alcance, y siempre queramos más.
Claro, a veces no lo tenemos, y ahí sufrimos y lloramos, y nos tiramos en la cama de noche a mirar el techo y pensar como vamos a pagar las cuentas.
Salirse de esto no es fácil, imposible diría yo. Por que los hippies de verdad no existen, y la verdad, los sacrificios que hay que hacer para salir de la sociedad, a mi visión no merece la pena.
Así que la pregunta es ¿como hacemos para vivir y aceptar y encontrarnos a nosotros mismos en un lugar en el que no queremos estar?
El otro día M. me regaló un billete de 2$, con una sola frase, escrita por alguna pluma anónima, que no me pareció casual. "Vos no sos un esclavo" decía el billete. y ahí lo tengo, encima del escritorio y a la vista, para mirarlo cada vez que siento lo contrario.
Pero bueno, no ser un esclavo cuando es lo que se nos pide para ser parte de la sociedad, es difícil. Por que no podemos elegir no serlo, y creo yo, el verdadero truco, está en elegir de que somos esclavos. Por que el ser esclavos del dinero es aburrido, ser esclavo de lo material lleva a un pozo oscuro y cada vez más hondo. Así que si no vamos a ser esclavos de lo material, ¿de que vamos a serlo?.
Es necesario saber y aceptar que "de nada" no es una respuesta valida, no es posible llevarla a la práctica y todo bien con las reflexiones utópicas, pero no es ese el espíritu de este posteo.
Así que vamos a pensar un poco en las opciones, la vida moderna si hay algo que tiene de fascinante, es que nos dan opciones sin fin para esclavizarnos, podes elegir de que depender en cada aspecto de tu vida. Desde una pastilla para dormir, a tener el ultimo modelo de ese teléfono que tanto te gusta. Podes ser adicto al gimnasio, al sexo, a las drogas, podes ser adicto a las relaciones enfermizas en tu vida (me declaro un tanto culpable de esto). Podes ser adicto a la libertad (simulada, siempre somos esclavos, hasta de ser libres). Podes hasta elegir una religión o un deporte y dedicarle tu vida. Podes ser adicto al Facebook, al Twitter, al porno. Podes ser adicto a las comidas dulces, a las saladas, a la comida sana, a hacer yoga, a nadar, a estudiar, a aprender.
Mirate a vos mismo como una marioneta, sin hilos no te moves, si nada te ata y nadie te mueve, no haces más que estar tirado y ser un amasijo inerte en el suelo. Así que unos hilos vas a precisar, tratá que no sean demasiados, por que sino cuando quieras mover un brazo, vas a depender de 25 hilos, en vez de 2. Y eso, a la larga, es un problema. Tratá de que no sean demasiado pocos, por que tampoco querés estar duro como una barbie y no poder expresarte. Tratá de buscar un equilibrio y encontralo. Anda atando y cortando los hilos que atan tu vida, por que esa es la verdadera elección que te queda, busca los que se sientan cómodos, no todos los hilos son para todas las marionetas, algunos son demasiado débiles, otros demasiado pesados, otros demasiado rígidos y otros tantos, terminan en la nada, son hilos sin una mano del otro lado, no generan más que ataduras sin movimiento (esos esquívalos por que son los peores).
Así que al final del día no podemos elegir no ser, pero podemos, con paciencia y equivocándonos mucho y llorando otro tanto, elegir de todo eso que tenemos y de todo eso que podemos, armarnos a nosotros mismos.
 Y cuando la vida te agobie. Acordate, VOS NO SOS UN ESCLAVO. Sos la resultante de tus elecciónes.

jueves, 27 de agosto de 2015

End of the beginning

Vemos más de lo que creemos ver, y sabemos mucho más de lo que creemos (y mucho menos de lo que realmente deberiamos saber).
Así la noche empezo con un reflejo en un espejo, con una seguridad y un recuerdo. Y ahí estaba, parado al borde la pista, cerveza en una mano, cigarrillo en la otra. Hablando con alguien sin tener la más minima de por que.
"No que yo sepa. Pero creo que conocés a una amiga mía". Dijo con una sonrisa.
Pegué una pitada grande y despacio. Me tomé mi tiempo en mirarla a la cara, la ropa, tratar de ubicarla o ver donde la podia haber cruzado.
Tenía una cara redondita, y los ojos cristalinos de alcohol, todavía brillaban con inocencia. No debía tener más de 17 o 18 años, y por más que intenté pensar donde, estaba seguro de no haberla visto nunca antes en toda mi vida.
Me acerque a su oido y casi gritando para que me escuche por encima del ruido de la musica y la gente, le pregunte quien era su amiga que yo conocía.
"J." me dijo
Me quedé parado un segundo, pensando, conocía a 2 personas con ese nombre, ninguna de ellas demasiado bien, y ninguna de ellas la relacionaba en mi mente con esta carita sonriente e infantil que me miraba atenta a mis reacciones.
"Perdoname, pero creo que o me confundiste, o yo estoy confundido". le digo y hago mi mejor cara de no saber de que me estaba hablando.
"No estoy confundida, claro, por ahí no sabes como se llama. La conociste en el munich".
De repente de entre la gente, viene una chica a los tumbos, totalmente borracha y directo a nosotros, se para enfrente nuestro. me mira, se tambalea, me mira de nuevo, se acerca y gira hacia la otra chica.
"Heeeyyyy.... ¡¡¡es el chico del munich!!!" dice a los gritos y con una hermosa y chillona voz de borracha.
Cada vez entiendo menos, ¿ahora soy famoso? ¿Que pasó en el Munich que sea tan importante?...
Trato de pensar, pero solo puedo pensar en una noche, en una chica. Mi mente se sitúa de nuevo en esa pista, en esa noche, pienso quien tenía cerca, donde estaban, trato de poner a estas 2 en la escena pero estoy casi seguro que no estaban. Cada vez entiendo menos, y seguramente en algún punto mi cara lo evidencia.
La chica con la que estaba charlando se presenta como P., y me dice que el nombre de la pequeña borracha es G.
Charlamos un rato más esa noche. J. Nunca apareció, pero cuando terminé mi noche y mientras volvía a casa con ahora no solo un rostro sino un nombre, mientras volvia a casa, mi reflejo me devolvio la mirada del otro lado de una vidriera.
Estaba sonriendo.

sábado, 22 de agosto de 2015

November rain

Hay algo raro con olvidarse de las cosas que nos importan. Es como si realmente fuese imposible hacerlo totalmente, te distraes, pensas en otra cosa, vivis tu vida sin acordarte ni remotamente de eso que te olvidaste, y sin aviso, alguna cosa, en muchos casos sin relación con lo que olvidaste, te recuerda que te olvidaste de algo.
Lo interesante de salir en un lugar como Tres Arroyos, es que no hay tantas opciones, vas acá, o vas allá. Pero en algún punto, siempre te terminas cruzando con la misma gente, no necesariamente en los mismos lugares, pero casi.
Era la epoca de las luces negras, todo en la noche eran verdes fluo y rosas, luces negras en cada barra y boliches oscuros. Y ahí estoy, 2 meses despues, medio borracho en la pista mirando a la gente bailar.
El boliche era un rectangulo gigante, entre a los tumbos, tenía algún amigo en la puerta, algún amigo en la barra. Así que entro, y voy hacia la izquierda, la barra estaba cerca de la puerta, contra la pared izquierda. Me pido una cerveza, todavía te daban los porrones en esa epoca, lo que te permitia pedir cerveza, tomarla despacio, y tomarla fria. Mientras charlo con Gabriel (el barman), de repente veo algo en el espejo, una cara reflejada, ahí atras, que se ilumina de a ratos con alguna luz de la pista.
Y entonces veo esa cara, que no es la cara que vi, y de repente todo me pega como una oleada. El alcohol, la noche, mi borrachera, y los recuerdos.
Salgo caminando, tratando de ver las caras en los lugares oscuros, paso por la cabina del disc jockey, elevada sobre la mitad del boliche, subo a hacerme el que saludo y miro para abajo, miro la pista, las gradas, miro los pasillos y no veo nada.
Estoy seguro que ella está en el boliche, algo adentro mio me dice que la busque, que aproveche, que no me distraiga. Saco el atado de Marlboro del bolsillo y prendo uno. Doy una pitada y pienso. Miro de nuevo lo que ya recorrí. No hay tanta gente esta noche, estoy seguro que no le pasé por al lado ni la perdí. Miro lo que me falta y sigo caminando.
En el fondo del boliche hay unas gradas de cemento muy poco iluminadas. Un par de personas sentadas y algunas parejitas a los besos que aprovechan la penumbra. Me fumo el cigarrillo mientras murió despacio, busco si ella está ahí, no la veo y sigo caminando hacia la derecha. Llego a la mitad de la pared derecha y freno. Tiro el cigarrillo y miro la pista al centro del boliche, un par de caras conocidas, ninguna es la que busco. Sigo caminando hacia el final del boliche, estoy de nuevo en la entrada y no la vi.
Podría dar otra vuelta, puede ser que nos hayamos cruzado, o sencillamente no la vi. Pero una sensación de derrota me invade. Me acerco a la barra de este lado y pido otra cerveza. Apuro los primeros tragos y me tomo la mitad al instante. Saco otro cigarrillo y lo prendo.
Esa niebla empieza a tragarse de nuevo su cara y suspiro.
Entonces, veo lo que vi temprano sin saberlo, no es ella pero es la persona que vi en el espejo. Me acerco y pienso que decir. Al final, lo único que me sale de mi boca es pedirle perdón por molestarla y preguntarle si la conozco de algún lado.
Me mira y sonríe.
No que yo sepa, pero creo que conoces a una amiga mía dice.

Interlude

Vamos para adelante, en todo sentido, pasaron años desde que escribí la ultima entrada, mi vida cambio, yo cambie. ¿Vemos que sale?

Del bar me fui al cyber, medio borracho a charlar con El Ruso, se me rió. Principalmente cuando le dije que no sabía el nombre de la chica, pero era el amor de mi vida.
Y claro, despertarse al otro día, y ver la realidad sin alcohol, acordarte que por el alcohol podes asegurar poco, y tener una cara grabada en la memoria que de a ratos es tan clara y de a ratos se difumina.
Me desperté, sonriente y contento, sin memoria pero con convicción, pasó una semana, llego el viernes de nuevo, y salí. Di vueltas, fui a un lado, al otro, busque, fui y volví. Me pareció ver caras conocidas acá y allá, pero no tenía ninguna seguridad, y sabia, que si era ella, iba a estar seguro. Pasó un fin de semana, después otro, y creo que otro y otro.
Y uno es chico, y el tiempo pasa, y la memoria ya no es tan clara entre fin de semana y fin de semana y vaso de birra y vaso de birra.
Y me olvidé.