miércoles, 2 de febrero de 2011

Paint It Black (II)

El mundo se rige por varias fuerzas, algunas opuestas y encontradas, otras similares, algunas contradictorias y otras casi sin importancia en la vida cotidiana pero sin las cuales seria imposible pensar en la vida tal cual la conocemos.
Una de estas fuerzas creo que es la confianza. Suena endeble y casi irrelevante la palabra en si misma, pero si miramos un poco detrás de esto, podemos encontrar que realmente el mundo se rige por la confianza, que es necesaria para su funcionamiento y que eventualmente sentimientos o situaciones que creemos desconectadas o totalmente alejadas de ella son resultantes de la confianza (o la ausencia de ella).
Si confiamos en nosotros eso nos da seguridad, si confiamos en los otros, nos provee de un entorno en el que apoyarnos (y no nos olvidemos que a pesar del facebook y las computadoras y los celulares y la vida conectada y deshumanizada, hoy más que nunca, el hombre ES un animal social). Confiar demasiado en los otros nos puede lastimar, no hacerlo suficiente también. Confiar en la bondad del mundo nos permite reafirmar nuestro lugar en este, nos quita los miedos, nos brinda una razón para seguir adelante sin importar las situaciones que afrontemos o que tan gris parezca que es todo. A veces esa confianza (o la ausencia de la misma) nos pone en situaciones difíciles, pero es esa misma confianza la que hace que sigamos adelante (por que "confiamos" que todo va a salir bien).
Me arriesgo a decir que con lo de Tomás me encontré en la que puede haber sido una de las decisiones mas difíciles de mi vida. Es difícil confiar en el mundo cuando uno es adolescente, y muchísimo más hacerlo si encima de todo eso, tu primo se vuela la cabeza en el patio de su casa. Pero es en esas situaciones cuando creo que realmente se ve la grandeza (y las bajezas) humanas, la situación por bizarra y trágica que haya sido, en vez de debilitar mi confianza en el mundo, la fortaleció. Y cuando yo estuve seguro del mundo, estuve seguro de mi mismo y de mi lugar en el mundo. Por primera vez en mi vida deje de "adolecer" para empezar a sufrir, a alegrarme, a teñir las experiencias ya no de grises sino de blancos, negros, amarillos, rojos y azules.
Cuando digo que dos angelitos se apoyaron en mis hombros, hablo casi literalmente. Fue uno de esos momentos que definen el carácter, que definen nuestras vidas. Una vocecita me decía que confié, que todo iba a estar bien, que no precisaba ni de eso ni de ninguna otra cosa para poder hacer mi vida, que las cosas iban a estar bien sin importar que pasara. Otra, sencillamente me preguntaba si yo estaba tan seguro que las cosas eran así, si realmente la vida era tan linda y fácil, si podía decir con toda seguridad que las cosas iban a estar bien. Era yo mismo del otro lado del espejo, era un reflejo donde todas las cosas estaban del otro lado, pero como en todo espejo, no es más que un reflejo de la realidad, invertido, deformado en algunos casos, pero no deja de ser la realidad.
Esos 5 segundos fueron un año, en esa decisión aprendí más de mí, de mis fortalezas y de mis debilidades de lo que me hubiese gustado saber.
Mi respuesta finalmente fue un "no gracias". Rotundo, seco... terminante. Salí de su casa puteando mi suerte y me fui a trabajar con más ganas de dormir que de vivir y el día, incidente más, incidente menos, estuvo BIEN.

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